2013

Acabó mal, como todas las cosas acaban.
Un punto y final condenado a pena de muerte,
muerte por agotamiento,
agotamiento de recordar cada noche,
esas noches,
ya sabes,
las nuestras.
Y pena, entiéndeme, por llamarlo de alguna manera.

Algo.

Alguien les ha explicado que llega un momento en que te cansas de luchar, que estas harto de tanta hipocresía, y aún así, míralos, siguen ahí. Y Dios mío, de qué te sirve el mundo ante sus impulsos de romperle la boca al cobarde que te ha hecho daño. De qué te sirven los argumentos cuando te piden un nombre y tú no sabes pronunciar el propio. De qué te sirve señalar cuando no te atreves a exhumar tu cadáver de la pila como única culpable del delito.  
No creo que sea mejor dejarles hacer, que esperar las oportunidades que te deparen los sentidos. Lo que no es, no será. Lo que no será, es porque no quiso ser .
No hay mayor misterio, deja de buscárselo, mi querida Oniria.
Destrozarse es la base de nuestra incertidumbre. Hasta que alguien se fije y se dé cuenta. Tienes la sonrisa demasiado gastada, eres demasiado feliz para ser cierto.
Y le pones el punto final que nadie vio nacer, y por tu cobardía ni viste terminar.
Me he cansado.
Decídselo vosotros.
Es el punto final.
Me he cansado.

M29

Llevo todo el día buscando un momento, un rato, en el que poder escribirte algo como está mandado. Y hasta ahora, las 22:14, no lo he tenido.

Y eso me ha hecho darme cuenta de muchas cosas.

De cómo hace dos días tontos, a las doce de la noche puntual, ya tenía un mensaje de cien palabras escritas. De cómo hace uno se sacaba siempre un ratín para tomar una caña y darte el tirón de orejas merecido, y hace tres hasta un viaje improvisado si hacía falta.

Pero ya no es hace tres, ni dos, ni uno.

Es hoy, empiezas a rozar la treintena y, aunque odie(mo)s la frase, nos hacemos mayores.

Qué asco de responsabilidades, de trabajos, de casas propias. Hoy me encantaría volver a esas tardes de estudio tontas en Reina Sofía. A las noches incontables de juerga. A las casas rurales de confidencias.

Pero eh, ¿y las cenas de barbacoa en Alcalá?
¿Y los días de cañas y tapas?
¿Las tardes de fotografía descubriendo Madrid?

Porque nos hacemos mayores sí, pero no todo es malo. Y una de las cosas buenas es que, aun cambiando todo lo de alrededor, aquí seguimos, a pie de cañón, para dar un sí rotundo a los planes improvisados de conciertos, para ponerte el hombro cuando lo necesites, para seguir viendo cómo ese cuerpo coge kilitos con la edad.

Pero, si algo tengo claro, es que una de las mejores cosas es seguir a tu lado después de tantos años y haber disfrutado de tantas cosas juntas (pero no revueltas, cochina).

(Uy 22:39, a este paso no digo las palabras chachis del día)

Así que feliz feliz feliz feliz cumpleaños mi Marta.
Mil gracias por otro año de planes, y por hacer que eso de sumar vida sea una aventura contigo.

I.

Equivócame


Creo que hace ya tanto tiempo que dejamos nuestros valores tendidos en su escala, que ya hasta dudamos de si los colgamos con pinzas o con sogas. 
Y conociéndonos, apostaría toda mi cordura a la cuerda. 

Y siempre espero equivocarme. 

Y siempre me equivoco esperando. 


Que me gustan los motivos reales que no se desvanecen en el quinto sueño lo sabes desde el primer día que te solté aquel ¿y qué?. 
"Y qué le ves de raro a que te quiera tal y como eres."
Te lo recuerdo entero porque creo que nunca lo entendiste del todo. 

Pero será que ahora soy la rara, la que le gusta mirar las grietas. 
Mirarlas, no desayunarlas cada domingo de madrugada como un secreto que es mejor tragar sin reventar. 
Será porque tengo la manía de descalzarme antes de pisar sentimientos ajenos, por eso de que la tinta en la piel al menos algo absorbe. 
Será que vuelvo a ser la idiota que habla a la pared. Pero esta vez ya sin fuerzas.

Sólo sé, y tú lo has sabido, que nunca me gustó estar donde sonreír implicaba hacer esfuerzos. 

Así que aquí estoy, en la línea de al lado, sin saber cuándo ni por qué tomé la decisión que no te seguía. O tú tomaste la que yo no podía seguir. 
Aquí ni sé, ni creo, ni pregunto por qué.
Pero eh, sonrío. 

Y aquí, ya lo sabes, te espero. 

Y ojalá no tengas que venir antes de que yo vuelva
equivocada
pero queriéndote como siempre.


Enero 2014


Desconocer a alguien que no te exige un pasado, ni un futuro, es tener suerte.
Desconocer a alguien a quien prestarle mis dudas, y que tampoco sepa que hacer con ellas porque con tener las suyas le basta.
Que las mentiras que compartimos se basan en 'sólo quiero esto' porque nos faltan los 'de momento'.
Y tampoco nos vamos a preocupar más de cuando los acabaremos.

*

Corríamos el riesgo de mirarnos más allá
y darnos cuenta de que no funcionábamos.
O de que al fin .
Y qué miedo.

Se negaban a ser 'el primero' en enamorarse del otro.
Pero qué más daba, si ya lo estaban.
Y de la forma más bonita,
a ciegas.