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Empápate, bebe ávido, termínalo todo en menos de un suspiro sin que la garganta logre emitir quejido alguno. Destapa el corcho, que salga todo sin dirección ni dueño y que adormezca tu mente haciéndola entrar en un sopor del que no sabrá escapar. Sólo piel, desnuda y vacía, sin misterios ni sorpresas. Sólo piel. Sobredosis de piel. Sobrescribiendo lo que hubiera, borrando lo que no debió ser, un nuevo folio de papel reciclado en el que los borrachos pintan sus verdades, hartas de refugiarse en el rincón de la mala memoria. Y qué le vamos a hacer, no le voy a poner sentido, ¿quién te ha dicho que lo tenga?

A way away.


Día tres de un mes cualquiera. A fuera llueve, y yo llevo desde las seis de la mañana cigarro en mano para intentar darle algo de calor al día. De momento imposible. Los altavoces suenan con esas frases idílicas que todos sueñan y nadie vive. Frases que remueven, sonidos que se pierden entre partes de tu ser que ni creías conocer. Los folios esparcidos por la mesa denotan la poca capacidad expresiva que tengo últimamente, coraza impermeable, flexible y amoldable a cualquier situación. Miro la botella de vodka barato que nos acabamos ayer entre tonterías y leo una vez más la promesa que nos escribimos en el sofá. Se me traba en la garganta ya que no consigo entenderla.
Y lo siento, aún no sé bien como explicártelo.