Equivócame


Creo que hace ya tanto tiempo que dejamos nuestros valores tendidos en su escala, que ya hasta dudamos de si los colgamos con pinzas o con sogas. 
Y conociéndonos, apostaría toda mi cordura a la cuerda. 

Y siempre espero equivocarme. 

Y siempre me equivoco esperando. 


Que me gustan los motivos reales que no se desvanecen en el quinto sueño lo sabes desde el primer día que te solté aquel ¿y qué?. 
"Y qué le ves de raro a que te quiera tal y como eres."
Te lo recuerdo entero porque creo que nunca lo entendiste del todo. 

Pero será que ahora soy la rara, la que le gusta mirar las grietas. 
Mirarlas, no desayunarlas cada domingo de madrugada como un secreto que es mejor tragar sin reventar. 
Será porque tengo la manía de descalzarme antes de pisar sentimientos ajenos, por eso de que la tinta en la piel al menos algo absorbe. 
Será que vuelvo a ser la idiota que habla a la pared. Pero esta vez ya sin fuerzas.

Sólo sé, y tú lo has sabido, que nunca me gustó estar donde sonreír implicaba hacer esfuerzos. 

Así que aquí estoy, en la línea de al lado, sin saber cuándo ni por qué tomé la decisión que no te seguía. O tú tomaste la que yo no podía seguir. 
Aquí ni sé, ni creo, ni pregunto por qué.
Pero eh, sonrío. 

Y aquí, ya lo sabes, te espero. 

Y ojalá no tengas que venir antes de que yo vuelva
equivocada
pero queriéndote como siempre.


Enero 2014


Desconocer a alguien que no te exige un pasado, ni un futuro, es tener suerte.
Desconocer a alguien a quien prestarle mis dudas, y que tampoco sepa que hacer con ellas porque con tener las suyas le basta.
Que las mentiras que compartimos se basan en 'sólo quiero esto' porque nos faltan los 'de momento'.
Y tampoco nos vamos a preocupar más de cuando los acabaremos.

*

Corríamos el riesgo de mirarnos más allá
y darnos cuenta de que no funcionábamos.
O de que al fin .
Y qué miedo.

Se negaban a ser 'el primero' en enamorarse del otro.
Pero qué más daba, si ya lo estaban.
Y de la forma más bonita,
a ciegas.

Agosto 2013


No eras igual que el resto,
pero tampoco eras.

*

Y dejé de contar mis cuentos.

El de los señuelos.
El de me quiero más a mí que a vuestros destrozos.
El de estoy harta de todas las marionetas.

Que aún no lo entendéis,
que yo ya tengo cuerdas para ahogarme sola,
que no necesito a nadie que lo haga por mí.

*

Creo que en el fondo sólo estoy tratando de buscar,
cuántas veces puedo romperlo todo 

antes de desangrarme.

Tres minutos

Arrugó el folio.
Os lo juro, lo arrugó.
El folio que le había dado para que guardara siempre, lo arrugó.
Así, sin más.
"Sigue entero, sólo que arrugado." me dijo.
Y no lo entendía. Arrugado ya no servía para nada.
"Espera, no te enfades, lo aliso otra vez." me dijo.
Con esa indiferencia, ese sigue entero no sé por qué te pones así.
Y parecía mentira que no me conociese.
Así que rompí el folio y me fui.

Y creo que aún no lo ha entendido.
No es porque yo no pueda tener cosas arrugadas.
Es que tendría que haberlo sabido.