Arrugó el folio.
Os lo juro, lo arrugó.
El folio que le había dado para que guardara siempre, lo arrugó.
Así, sin más.
"Sigue entero, sólo que arrugado." me dijo.
Y no lo entendía. Arrugado ya no servía para nada.
"Espera, no te enfades, lo aliso otra vez." me dijo.
Con esa indiferencia, ese sigue entero no sé por qué te pones así.
Y parecía mentira que no me conociese.
Así que rompí el folio y me fui.
Y creo que aún no lo ha entendido.
No es porque yo no pueda tener cosas arrugadas.
Es que tendría que haberlo sabido.
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