Cuéntales lo de su espalda y los lunares.
Lo de los labios hinchados, desgastados.
Y sí, también lo de los escalofríos por la piel.
Cuéntales lo de la droga.
Lo de pasarse el día puestos de ganas de arrancaros la ropa.
Lo del miedo a entenderos demasiado.
Cuéntaselo.
Lo de las diferencias. Pero sólo de posturas.
Lo de miraros y recordar las noches. Y sonrojarte tú más que ella.
Cuéntaselo.
Cuéntales todo eso que no puedes olvidar.
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