272



      Porque está claro que si la noche fuera nuestra,
      lo que escucharían las paredes
      no serían palabras.

      Esos me gustas, seguidos de un me pones y un,
      'tengo unas ganas tremendas de follarte'
      que están claras entre tus piernas,
      pero que quedan mejor borrando el romanticismo
      y dejándonos desnudos
      antes de que nos dé tiempo a quitarnos la ropa.

      Esos mordiscos
      por el cuello
      convenciéndonos de que nuestra sed sólo se calma con carne.
      Y ganas,
      y lenguas,
      y ombligos,
      y lo que nos pidamos entre suspiros.
      Sin mundo más allá de nuestra guerra de fascinación irracional.

      Que lo increíble son las sábanas por tu espalda escondiéndome los lunares
      para que no me los aprenda
      (aún),
      y tu cara de sorpresa al saberte ganador
      en una pelea que no pretendías ni comenzar.
      Y me desnudas
      lentamente
      disfrutando
      del momento,
      y yo
      me corro
      de impaciencia
      de que me empieces.

      Vaya paradoja.

      Que son estúpidas las normas y me haces olvidarlas,
      ¿qué más da el tiempo si ahora desearíamos que no existiera?
      Para comernos
      sin prisa
      pero todas las veces que quisiéramos.

      Y repetir.

      Y repetir.

      Y descubrir que contigo no tengo fondo,
      ni ganas de tenerlo.
      Y tampoco miedo.
      Y eso es lo que más me gusta cuando
      mientras bajas tu mano por mi espalda
      me dices
      'señorita, me pido ser el dueño
      de su culo',
      y me miras serio,
      desafiándome a dudarlo.
      Y yo,
      qué quieres que te diga,
      con esa mirada
      de mi culo
      y de lo que me pidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario