Carta a los veintidós


(Todos deberíamos recibir cartas bonitas en nuestro cumpleaños.
Que aunque luego se pierdan los sentimientos,
a mí no dejarán de sacarme sonrisas.)


Se quedó quieta, mirando a la nada, sin pensar, sin preocuparse, indiferente del tiempo y la temperatura, concentrada únicamente en el brazo que la rodeaba y el cuerpo que tenía al lado tumbado. Era increíble. La situación, él, todo. Su personalidad, tan diferente a todas las personas con las que se había cruzado pero a la vez tan comprensible cada matiz. Sus silencios. Su parte cerrada, tan intrigante, tan ‘quiero saber qué hay debajo de esa careta de antisocial que gastas, no puede ser tan malo. No, cuando consigo hacerte reír lo demuestras. Es fascinante.’ Su forma de tratarla, como si fuera algo, interesante, como si mereciera la pena soltar la primera estupidez que se le ocurriera sólo por ver cómo vibraba toda la cama con su risa. No era tan fácil hacerla reír. Ese era otro detalle que él había conseguido cambiar sin proponérselo, sólo siendo él. Sólo porque le encanta escucharla reír. Ella, que no era nada pero él no sabía verlo, y le estaba contagiando centímetro a centímetro su ceguera. Él, que la abraza sin más y le da un lugar en el que querer quedarse. Él, que no sabe ver lo que es. Que era algo simple, y a base de paseos, cervezas, mensajes de buenos días y buenas noches, motes, besos, mordiscos y sinceridad, lo ha cambiado. Poco a poco, paso a paso. Sin forzar ni un mínimo gesto. Nada. Y no le importa. Y no le molesta que lo siga haciendo.

Se gira un poco, mira sus ojos y sonríe.
Por esto no le importa.
Y le da un beso.

-¿Qué pasa?
-Nada.

-¿De verdad?

“Piénsalo bien. No, no pasa nada. Nada. Nada más que esto, que el momento. Que tu mano en mi espalda y la mía en tu cuello. Que tus piernas enredadas con las mías. Que la ropa que nos sobraba y que ya está en el suelo. Que el tiempo que estamos desaprovechando hablando en vez de comiéndonos.”

Y claro, no puede evitarlo, se ríe.

-¿De qué te ríes?

“De alegría. Pura. De que me derrites. De que no pretendía ir con prisas y mira, con una simple mirada ya no sé qué he hecho con mis bragas. De que no entiendo por qué me encantas y de que tampoco le pienso poner un motivo. De mí. De que soy la imposible en tus brazos.”

-De ti.

“De tu decisión de gastar todo lo que vales aquí sólo por poder bajar la mano de mi espalda.
De lo mucho que me encantas.
De que estoy empezando a asumirlo.

De todo eso me río.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario