Bragas


Me he prohibido soñar. Y hablar. Y pensar.

Pronto empiezan a acumularse los errores en la puerta pero yo aquí sigo, sin saber en qué sobre enviar las reclamaciones, si en el de ”ya lo arreglaré” o en el de ”seré sincera, me importa una mierda”.

Debería abrir la ventana a ver si en un desliz, uno más de tantos que tuvimos, consigo que te cueles por ella. O para que se ventile este aire tan viciado de deseos, de momentos que no fueron, ni son, ni serán.

Lo que el azar conspire con tus caderas, como siempre.

No he dejado de sonreír (ya sabes que vengo así por defecto), siquiera en sueños, o tras el quinto absenta derritiéndome la coherencia. Si es que alguna vez la tuvimos, igual que dudo si te tuve a ti o simplemente fuimos socios de destrozos. De manías y miedos, de tu boca y mi cuello, de tu cama y mis resacas, de alergia a desconocernos.
Alergia a tantas cosas…

Ya no cruzo de blanco en blanco a ver si acierto (de una puta vez) y me he decidido a cruzar con los dedos más caras. Y máscaras por supuesto, quebrando por la mía que ya era hora.
Que parece mentira que siga negando estas ganas que me has dejado. De que me pidas permiso aún sabiendo las respuestas sólo para escuchar mi necesidad de tus manos. Y de tu lengua. 
Y de más.

Demasiado.

Así que disculpa que use los calores para mentirme un rato más horneando “mañana olvido”s con tan mal sabor que ni yo me los trago, pero algo tenía que hacer con los grados de más. Porque bebérmelos me sale con el precio a devolver, y ya suficientes daños llevo de los centímetros de distancia que ni tú ni yo entendemos.

‘Dónde’ se lo dejo a tu recuerdo mirándome las bragas.

Pero sonreías, de eso no me olvido.

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